La manía by Andrés Trapiello

La manía by Andrés Trapiello

autor:Andrés Trapiello [Trapiello, Andrés]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2007-01-01T00:00:00+00:00


* * *

SE había muerto de madrugada el conspicuo exfalangista e insigne miembro de las tres academias, y telefonearon de un periódico, para recabar de uno una opinión. Acaso porque alguien le había dicho que de su mágica y portentosa carrera político-literaria, en la superficie siempre de toda procela, como los corchos, se había ocupado uno en Las armas y las letras. Quería que le dijera, nada menos, lo que ese hombre había sido y lo que su obra había significado para España. Pero lo extraño es que, de haber leído lo que de él quedó dicho en ese libro, quisieran insistir, lo cual demuestra una cosa: la gente no lee ni lo que dice que lee.

¿Qué ha significado para España? Iba a decir que yo esa pregunta no sabía responderla, porque si se la hacían a uno es porque había significado algo para España, cuando yo creía exactamente todo lo contrario, pero quise saber algo más.

Pregunté a la chica que llamaba para qué periódico iba a ser, y me dijo, Diario 16, un periódico donde desde hace veinte años no se ha publicado nada que tuviera que ver con uno, con sus libros ni con ninguno de los libros que él ha editado esos años, primero en una editorial que se llamaba Trieste, y desde hace diez en otra que se llama La Veleta, todo lo cual solo quiere decir una cosa: esas represalias ni siquiera han trascendido. Es uno un pobre represaliado del montón, insignificante, sin ningún valor estratégico.

La muchacha que telefoneó parecía muy amable y muy joven, tanto que la negativa a responder su preguntorio le produjo una inesperada indefensión, que la llevó a la complicidad: lo lamentaba de veras, me dijo, porque no estaba encontrando a nadie que quisiera decir nada del insigne académico que reunía, como un plumero, todas las palmas académicas que puedan reunirse aquí. Decía la muchacha, le hemos reservado dos páginas para las opiniones, y no he conseguido más que dos frases, y dentro de unas horas tenemos que cerrar. No hay nada tan conmovedor como asistir al llanto de una muchacha, aunque sea periodista, y le dije, venga, va, una frase solo, como si pelara la pava con ella. Y le di a la cabeza. Se me ocurrió una, pero yo mismo quedé tan espantado de ella, que me asomó a los labios una sonrisa diabólica. Y le dije, lo siento, no se me ocurre nada. Ella descubrió que no era verdad que no se me hubiese ocurrido nada. No, venga, dila, anda, me decía ella. Y yo, que no, de verdad, que no se me ocurre nada. Y ella otra vez, anda, una solo. Y yo… no sé, no me atreví. Ya digo, parecíamos novios en la fase melaza, y aquel hombre, allí, de cuerpo presente, entre los cuatro cirios. Finalmente le dije que no, y la muchacha colgó el teléfono muy irritada por haberle hecho perder el tiempo con aquellos toqueteos intelectuales.

Yo creo que si hay que dejar a los muertos que entierren a los muertos, con más razón a los académicos.



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